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- diego fernando gutama
- 18 nov 2020
- 1 Min. de lectura
Anestesiada de noche y de día,
La llama mordía a incesantes armonías
Sofocado en el calor de una tarde veraniega
Se derretía el océano y el cielo en trozos se caía.
Se perfilaba en todo lado un mal tiempo
Una campana en medio de la niebla se perdía
y tu sonrisa de pronto nena ya no se oía
con temor cerré el cauce que sucumbe a la calma
pues ya mi alma en angustia se ahogaba con amargura
tardaste, no volví a saber de ti
te demoraste y yo que como loco te escribía
de pronto la tormenta pasó,
toda la montaña verde y en paz se quedó
el viento ese aquel que nos rodeó,
esta vez todo recuerdo se llevó
recordé tu dirección, pero ya no tu nombre
mutilada mi memoria inconsciente agradecía
pues un tiempo a destiempo yacía en agonía
e irremediablemente se moría.

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